En MIT Technology Review, The Electric Mood-Control Acid Test ,
Estoy trabajando en mi artículo. Va bien, casi he terminado. Pero de repente todo se tuerce. He recibido un mensaje de un investigador que está molesto por un artículo mío anterior. Se me hace un nudo en el estómago. Siento cómo mi corazón late. Respondo a su mail poniéndome a la defensiva, y después no dejo de pensar en ello. Respirar hondo y dar un pequeño paseo no me ayuda. He perdido la concentración y no puedo terminar el artículo y cada vez queda menos para la fecha de entrega. Esto que me angustia y me dificulta aún más seguir escribiendo.
Me coloco unos electrodos en la cabeza y en el cuello. Enciendo un pequeño dispositivo y me aplico unas pequeñas descargas eléctricas. A los pocos minutos estoy más tranquilo y calmado. Recobro la concentración y sigo escribiendo. Cumplo con la fecha de entrega.
Definitivamente necesito uno de esos.
Ese pequeño dispositivo existe, desarrollado por ingenieros y neurólogos de Thync. Básicamente produce pulsos eléctricos cuya frecuencia e intensidad se controla directamente desde una aplicación en el móvil. Incluso a la máxima intensidad se trata de descargas muy pequeñas, prácticamente inapreciables.
Pero según Thync esas descargas «sí tienen un impacto perceptible en determinadas áreas del cerebro», suficiente para cambiar el estado de ánimo de una persión «de forma parecida a lo que supone ingerir una bebida energética».
Aunque el tratamiento con descargas eléctricas, de electrochoque, no es algo que uno deba administrarse por sí mismo, a lo loco, Thync considera que el uso de corrientes de muy baja intensidad hace que sea suficientemente seguro como para que cualquiera pueda utilizarlo en su casa. En cualquier caso, cuando esté disponible a finales de año y al menos inicialmente, el dispositivo se comercializará como instrumento médico.
En opinión de otros neurólogos consultados por Technology Review, ese tipo de tecnología requiere algo más de desarrollo antes de ponerla en la calle, pero coinciden en señalar que esa descargas tan bajas lo hace muy seguro (¿aunque se suponga que afectan al cerebro?) y que «en el peor de los casos no tendrá ningún efecto.»
Igual resulta que recordamos la infancia por como una época feliz porque nos entreteníamos colocando la lengua en los bornes de las pilas de 9v.
Bajo un momento a la ferretería.
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